La felicidad está determinada más por el estado mental que por acontecimientos externos. El éxito puede dar como resultado una sensación temporal de regocijo, o la tragedia puede arrojarnos a un período de depresión, pero nuestro estado de ánimo tiende a recuperar tarde o temprano un cierto tono normal. Los psicólogos llaman adaptación a este proceso, y todos podemos observar cómo actúa en nuestra vida cotidiana: un aumento de sueldo, un coche nuevo o el reconocimiento por parte de nuestros semejantes puede levantar nuestro ánimo durante un tiempo, pero no tardaremos en regresar a nuestro nivel habitual. Del mismo modo que una discusión con un amigo, el tener que dejar el coche en el taller o algún contratiempo nos deja abatidos, pero nos volvemos a animar en cuestión de días.
Esta tendencia no se limita a ser una respuesta a hechos triviales, sino que se muestra en condiciones más extremas de triunfo o desastre. Las investigaciones realizadas con los ganadores de la lotería, descubrieron que el entusiasmo inicial terminaba por desaparecer y los individuos regresaban a su estado de ánimo habitual. Otros estudios han demostrado que incluso quienes se han visto afectados por acontecimientos catastróficos, como el cáncer, la ceguera o la parálisis, suelen recuperar o aproximarse mucho a su nivel anímico normal después de un período de adaptación.
Así pues, si siempre regresamos a nuestro nivel habitual. con independencia de las condiciones externas que nos afectan, ¿que determina ese nivel habitual? Y lo que es más importante ¿se puede modificar este y restablecer a nivel superior?
Recientemente, algunos investigadores han argumentado que el nivel de bienestar de cada individuo está determinado genéticamente, al menos hasta cierto punto: estudios como el que ha descubierto que los gemelos univitelinos o idénticos ( que comparten la misma dotación genética) tienden a mostrar niveles anímicos muy similares, al margen de que fueran educados juntos o separados, han inducido a los investigadores a postular la existencia de una tendencia determinada biológicamente, presente ya en el cerebro antes de nacer.
Pero aunque la dotación genética tuviera un papel en la felicidad cuya importancia aun no se ha establecido, la mayoría de los psicólogos están desacuerdo en que, al margen de ella, podemos trabajar con el factor mental e intensificar las sensaciones que tenemos de felicidad. Ello se debe a que nuestra felicidad cotidiana está determinada en buena medida por nuestra perspectiva. De hecho, que nos sintamos felices o desdichados en un momento determinado frecuentemente tiene que ver con la forma de percibir nuestra situación, con lo satisfechos que nos sintamos con lo que tenemos actualmente.
La L-carnitina es esa molécula milagrosa que promete quemar tu grasa. ¿Funciona?
Está en algunas bebidas isotónicas,
en pastillas en tu herbolario y el ampollas en la máquina de
suplementos de tu gimnasio. Hay quien la toma justo antes de una clase
de spinning, hay musculocos que se la inyectan en la barriga para “disolver la grasa”. Pero, ¿qué es la L-carnitina?
La L-carnitina es una molécula imprescindible para quemar grasas. La fabrica tu propio cuerpo a partir del aminoácido lisina y la vitamina C (otro motivo para que no te falte). Además se encuentra en muchos alimentos, especialmente en la carne.
En nuestro cuerpo, las grasas se convierten en energía en las mitocondrias, en el interior de las células.
Pero las cadenas de ácidos grasos largos no pueden atravesar la
membrana mitocondrial a no ser que entren “de la mano” de una molécula
de L-carnitina.
Las personas con ciertas enfermedades cardíacas o hepáticas pueden tener déficit de L-carnitina, y por eso se vende como medicamento. En las personas sanas, el cuerpo suele tener toda la que necesita.
La pregunta es ¿si estoy sano, tomando más L-carnitina se podré quemar más grasa?
Hasta hace muy poco, los estudios serios habían sido negativos. Las pruebas con diferentes dietas y tipos de ejercicio no mostraban ninguna mejoría
en la cantidad de L-carnitina presente en los músculos, así que la
conclusión era que tomando L-Carnitina no se podrían aumentar sus
niveles en personas sanas.
Pero un nuevo estudio del año pasado ha encontrado un aumento del 21% de L-carnitina en los músculos de las personas que la tomaban. Eso quiere decir que esas personas quemaban más grasa y menos glucógeno muscular, tenían mejor rendimiento deportivo y menos fatiga.
Sin embargo, los resultados aparecieron al cabo de seis meses de suplementación con 4 gramos de L-Carnitina al día.
Es probable que los estudios anteriores no dieran resultados porque
duraban unas pocas semanas con dosis menores. En cualquier caso hacen
falta nuevos estudios.
¿Qué hacer entonces? ¿Salir corriendo a comprar L-carnitina para ver cómo se funden tus michelines? Lee antes:
- Si sigues las pautas del estudio, y te funciona, pasarán seis meses antes de que veas resultados
- Cuatro gramos al día es mucha L-carnitina. En la farmacia puedes comprar ampollas de Carnicor o Astenolit, que contienen un gramo. En tiendas de suplementos deportivos puedes comprar comprimidos o viales. No es una solución barata.
- Las bebidas isotónicas con L-carnitina de esa máquina del gimnasio tienen muy poca concentración. Con una botella de vez en cuando seguramente estés tirando el dinero.
- La L-carnitina tiene que pasar al torrente sanguíneo,
y de ahí a las células musculares. Quienes se la inyectan en la barriga
tendrán los mismos resultados que si se la inyectaran en el pie.
- Más L-carnitina producirá más oxidación de grasa solo si tu cuerpo tiene motivos para oxidar grasas. Es decir, si no haces deporte intenso y te quedas en el sillón, no sirve de nada.
Mi consejo: si eres un deportista o una persona activa ,la L-Carnitina quizá pueda ayudarte a mejorar tu
aspecto y tus resultados, si eres una persona sedentaria, puede causar efectos contrarios. Cuidado!
Siempre lo mejor es ir a un nutricionista.